En verano un olor característico invade las playas cuando hay cerca un chiringuito, el olor a sardinas asadas. Las sardinas tienen un alto valor nutritivo y muchas proteínas. Como otros pescados llamados azules son ricas en ácidos grasos Omega 3, fósforo, yodo, vitamina B12 y vitaminas D y E, que favorece la absorción del calcio y su fijación al hueso. Por todo ello es muy recomendable comer sardinas porque nuestro corazón, nuestra circulación y nuestros huesos lo agradecerán.
Fritas, a la sal, asadas…riquísimas siempre. Pero el olor que desprenden éstas últimas no gusta a todo el mundo y, si las asamos en casa, se nos llena toda de ese olor característico. Pues hace pocos días escuché a la dueña de la pescadería donde compro un consejo que daba a una señora que no asaba sardinas porque no le gustaba el olor que dejaba en toda la casa. El truco consiste en cortarles la cola. Y es cierto porque lo he probado, si se les corta la cola no hay olor, o este es mucho más reducido.
Qué necesitamos:
- Un kilo de sardinas frescas
- Sal gorda
- Aceite de oliva virgen extra

Cómo se hacen:
Necesitamos una parrilla o elemento de cocina similar. Echamos un poco de aceite y lo ponemos a fuego fuerte. Vamos asando las sardinas, ya limpias, salando y dándoles la vuelta, para que queden bien hechas por ambos lados. Listas…y si les hemos cortado las colitas no tendremos la cocina y resto de la casa invadidos por el olor.
